Mi Eva Luna

Mi Eva Luna

©2017 Brendaliz Figueroa Guzmán

“Me llamo Eva, que quiere decir vida, según un libro que mi madre consultó para escoger mi nombre”… Así comienza Eva Luna,  una novela de Isabel Allende que leí durante mi adolescencia. Ese mismo día quedé segura y convencida de que así se llamaría la hija que algún día tendría.

No lo pregoné. Sencillamente un día, ocho años más tarde, se lo dije a quien pensé que sería el padre de mis hijos.

Pasó un tiempo. Tuve a esa hija pasados los treinta y tantos.

Me enamoré del personaje “Eva Luna”, de sus aventuras, de cómo Isabel Allende me transportó a la historia tantas veces, y por ende, quedé encantada con ese nombre para siempre, con un significado tan lindo.

Cumplí mi palabra, y hace unos años di a luz a mi Eva Luna, tan aventurera que me mantuvo yendo a innumerables citas médicas y a diferentes doctores durante toda el embarazo. Tan viva que el día en que nació no la pujé, porque se salió sola, en el primer intento de pujo que hice.

Me encanta su nombre, me encanta pronunciarlo y me fascina cuando oigo que otras personas la llaman por su nombre completo. Escuchar “Eva Luna, qué lindo nombre” me hace sonreir. Quizás a ella algún día también  la haga feliz escuchar muchas veces que su nombre es lindo. Quizás ni le importe.

Pero cuando me dicen “Ahhh, Eva Luna, por la novela que dieron en televisión”, doy un brinco enseguida, tratando de explicar serenamente (sin mucho éxito): “No, no es de una novela de televisión. Según me contaron, la historia no tiene nada que ver con su nombre. El de ella es por Eva Luna la de Isabel Allende”… A veces veo caras de “ooohhh, ok”, y otras de “¿de qué rayos estará hablando esta?”. Da igual.

Hace unos días estaba en una tienda donde se consigue de todo. Es una “farmacia” pero en realidad uno resuelve casi su vida entera en esta tienda. En fin, a lo que iba: el cajero, un muchacho joven (comparado con mi edad) me escucha llamar a Eva Luna (y no precisamente alabando su comportamiento permaneciendo tranquila al alcance de mi mano, sino todo lo contrario) y dice “ahhh, hay una novela de Isabel Allende que se llama así”. ¡Música para mis oídos! (Y no era “trap” ni “reggaetón”, por supuesto). Levanté la vista y le dije que de ahí mismo me inspiré para escoger su nombre muchos años antes de su existencia. Sonrió luego de decir “muy bonito su nombre, me gusta”.

Por favor, que nadie me repita que escogí Eva Luna para mi hija “por la novela que dieron en televisión”. Gracias. J

¡Mentira! Posiblemente lo siga escuchando el resto de mi vida, y yo seguiré explicando lo mismo.