Con el monje budista
Con el monje budista
©Brendaliz Figueroa, 11 de febrero de 2011
Le dimos hospedaje a un monje budista. Sí, estuvo en casa formando parte de la familia durante diez días.
La química entre el monje y mi hijo fue instantánea. Tan pronto se conocieron, mi hijo le ofreció su adorado sapo, su “Yee-haa” (“Woody”) y todos los juguetes que encontró. Se dejó cargar, y ese mismo día repetía el nombre del monje con perfecta claridad.
Llegó el momento en el que mi hijo no se dejaba cargar si no era del monje. Qué tremendo es.
Todos aprendimos mucho del huésped, pero sé que quienes más disfrutaron esos días fueron mi hijo y el monje.
El día que el monje se iba, nos despedimos en la cocina. Como todos los días anteriores, le dije: “Dile adiós,que nos vamos”. No me pregunten cómo, todo parecía indicar que mi hijo de un año y medio entendía que ese era el último día del monje en casa. Fue de casa al centro de cuidado diurno diciendo: “Adiós, Metteyya, adiós”, moviendo su manita de lado a lado en dirección hacia la ventana del carro (y su mamá intentando contener el llanto, tan boba como siempre).
Estuvo mencionándolo varios días, buscándolo por la casa. Ahora le debemos una visita a Nepal para que esos dos seres vuelvan a encontrarse (je!, la excusa para darnos el viaje, ¿ah?!).
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NO dejes a Sharian!!!
Claro que no. Ella viene…
mira condenao’! Claro que voy… 😉
Brendaliz, tu hijo está bien claro de quien es Metteyya y me parece que no lo olvidará, aunque sea tan pequeño.
p.s. tu hermano es terrible, el no va para Nepal. Se queda! jajajaja
Adiós caray,pero si mi hermano no va, ¿quién será el padrino de la boda? ¿Heiko? Bueno, sí, podría ser Heiko…”La boda de ella, tiene que ser la mejor”….