En muchas ocasiones escuché que si las barrigas eran ”de nena”, las madres nos poníamos feas porque ellas nos “chupaban” la belleza (mientras estaban en la panza). Nada, inventos de la gente…

Durante mi segunda barriga me sentí FATAL, y según yo, estaba más que horrenda. Así me sentía. Sin duda, era niña, y a juzgar por mis malestares, yo traía en la panza a Miss Universe 2034.

Al verla por primera vez, acabada de pujar tan solo una vez y media, pensé: ”coño, en realidad nació bonita”. Y yo soy de las que opina que si el bebé no es lindo, no lo es, y punto, sin importar de quién sea, así sea producto de mis propias entrañas. Aunque la belleza es relativa, pa’l carajo…siempre lo he dicho, hay bebés recién nacidos que no son lindos. Eso no impide que sean lindos más adelante. Aclarado esto, continúo,…la muchachita era preciosa, hasta que se me enganchó en la teta por primera vez, unos segundos más tarde de su nacimiento.

“¡Ay, mamá!, ¿qué diache es esto?”, pensé enseguida, y por unos segundos hasta feíta la vi. Al paso de las horas, los días y los meses, con todo y aquel dolor cuando se me pegaba, la veía perfecta.

Sí, lo sé, no hay hijos perfectos. Y hace 8 años también lo sabía. Siempre lo he tenido claro. Es que cada uno de nosotros tenemos los hijos perfectos; los que nos tocaron, los que son, y ya.

Esta niña -con la que “cerré fábrica” con broche de oro- nos hace reir con sus payasadas y ocurrencias. Tiene tremendo arte para demostrar que lleva todos los sentimientos en su mirada. También lleva una flecha dulce en su boca. Es directa pero (hasta ahora) amable (casi siempre).

Me llamo Eva, que quiere decir vida, según un libro que mi madre consultó para escoger mi nombre…” Así comienza ”Eva Luna”, de Isabel Allende; razón por la cual mi hija lleva ese nombre desde hace más de 20 años, cuando solo existía cósmicamente. No es casualidad que esté llena de vida y MUCHA energía.

Valió la pena la espera; sí, porque la muchacha no quería llegar (no llegó cuando yo me empeñé, sino cuando ella quiso, un poco después de lo planificado).

¡Es mucho más de lo que pedí! Hoy, a sus 8 años pido lo mismo de siempre, hasta cuando toco bocina mientras conduzco por el túnel Minillas: salud (para ella, para su hermano y para mí). Necesito ver a esta niña convertida en adulta…¡no me la quiero perder!

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