©2021 Brendaliz Figueroa Guzmán


La semana pasada tuvimos la fortuna de experimentar apagones selectivos, lo que se traduce en periodos de muchas horas sin servicio de energía eléctrica. Añado el agravante del calor infernal, y los malabares para calentar termos de comida, calentar los almuerzos, preparar desayuno, trabajar desde el hogar, preparar cenas, etc. Tengo vecinos y amistades que valen oro, así es que, en ese sentido no me puedo quejar.


Una de las noches el asunto se alargó, y me llevé los nenes (y a Luna, nuestra mascota) a dar un paseo en el auto, refrescarnos y comer en la calle. La solución que les ofrecí fue: “si al regresar continuamos sin luz, dormiremos todos en el carro”. 


¡Qué alegría la de estos muchachitos! Cualquiera diría que les dije que había llegado la luz.


De lo más entusiasmados ellos, cuando llegamos a casa se llevaron tremenda desilusión al ver que teníamos luz, tanto así que me pidieron dormir en el carro de todas maneras. “No way, m’ijos, lo dejamos pa’ la próxima, que seguramente es pronto. Bájense, báñense, y a dormir se ha dicho”. 


Derretida, destruida y totalmente devastada ya a esa hora pensé: “coño, ser niño es tan cool…¡qué sencillos son!”
(Y aquí estoy, rogando que no se me vaya de noche, porque me tocará complacerlos… ja,ja).

Así se lo imaginaban ellos; así de infernal lo iba a sentir yo…

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