De viaje – parte 1

© 2012 – Brendaliz Figueroa Guzmán

Mi esposo y yo hemos sido unos padres “riláááx“. Nunca nos preocupamos exageradamente por sobreproteger al nene (de la gente, microbios, exposición, etc), ni tan siquiera cuando era recién nacido.  Nunca limitamos nuestras salidas, y tampoco los viajes.

He aquí un recuento de los viajes de mi hijo:

Primer viaje (2 de octubre de 2009)– Cuando mi hijo tenía un mes y un día de nacido, volamos a Nueva York. Era un viaje corto, de cinco días, así es que viajé con maleta de mano. Como lactaba al bebé, no tuve que llevar botellas, fórmula ni nada de esas cosas que afortunadamente mi hijo nunca necesitó. Uf! Aquello sí que fue una delicia de viaje. No me quejo de nada. Me lo enganché al cuerpo y seguí andando. Ni coche llevé. Realmente no hacía falta. En el vuelo le dieron unas alitas de la línea aérea. Se las pegué a su ropa como si fuera miembro del “crew”. Todo el mundo preguntaba qué tiempo tenía, y hasta nos pedían la cámara para tomarnos fotos. Les digo que fue un viaje placentero, tanto de ida como de vuelta. En Nueva York sorprendimos a mi mejor amiga, que tenía una bebé de dos meses, y no contaba con conocer a mi hijo tan pronto. Hasta a un cumpleaños en un parque fuimos. No tuvimos contratiempos, y no tenemos quejas de este viaje.

Segundo viaje (octubre 2009)– Unos cuantos días más tarde de haber regresado de Nueva York arrancamos para Alemania. Ajá, así fue, llegamos a Alemania – también de sorpresa- con nuestro recién nacido, para que su familia alemana lo conociera. Igual que para NY, viajamos “light” y sin mucha complicación. El niño se portó de maravilla durante los vuelos y las escalas. En el avión durmió en la “canastita” (bassinet) frente a nosotros, y pude descansar. Lo “zumbaba” en la canasta hasta despierto, y pude comer y relajarme. Allá el frío no nos ayudaba mucho a la hora de vestirlo, porque el pobrecito-que nació en el Caribe en plena ola de calor- odiaba la ropa y se ponía a gritar. Luego de que se calmaba, salíamos rápido de la casa para que no se pusiera incómodo. La casa de la familia no se vaciaba. Todos querían conocer al “borimancito”. Cuando no, estábamos de “tour” presentando al chico. En este segundo viaje, algunos flight attendants estaban “celebrando” que el nene estaba volando por primera vez. Quedaron en shock cuando les dijimos que ya había ido a NY. Mi esposo cogió tremenda bronquitis en Alemania, y no sabía si regresaba con él vivo o muerto. Por lo menos el nene y yo regresamos como coco. Yo me veo radiante en las fotos que nos tomaron en el vuelo de regreso. Lo fuerte era que regresaba y me tocaba ir a trabajar. Se acabó el maternity leave. De todas maneras, en general, de este viaje tampoco podemos quejarnos.

Tercer viaje (febrero 2010)- Fuimos a NY de nuevo. El chico tenía cinco meses y medio. Me lo enganché en el cuerpo y seguí andando, aunque esta vez pesaba un poco más. Digo un poco pero realmente pesaba bastante más. Caminar por ahí con el muchachito engancha’o y el frío pelú que estaba haciendo no fue tan nice. Pero quiero ser justa, y no me voy a quejar porque no tengo motivos reales para hacerlo. El próximo viaje lo superó todo.

Cuarto viaje (diciembre 2010)- Nos fuimos para San Diego, California. El nene tenía un año y tres meses. Este sí que fue el viaje al mismísimo infierno. El angelito que había viajado tanto y se había portado tan bien anteriormente había desaparecido. Era como viajar con otro niño que según yo, no era el mío. Lloró y gritó todo el tiempo. Como se imaginarán, el viaje no era corto. Caminar por el avión no lo calmaba, pero tampoco sentarse. Le ofrecí la maravillosa teta, que tampoco parecía llamarle la atención durante aquellas interminables horas.  Una señora me ofreció paletas para que se callara. Yo nunca le había dado dulces a mi hijo, pero tuve que acceder ante la mirada desesperada -pero sobre todo insistente- de otros pasajeros. Se chupó las paletas, se embarró, y tan pronto acabó abrió la boca a llorar de nuevo. Tanto estuvo que hasta yo lloré un “chin”. Estaba frustrada y desesperada. Juré que no volaba más con él. No sé si tenía en mente quedarme en San Diego o dejarlo a él. Para colmo de males, una de las noches en San Diego -gracias a que estaba explota’ y a la diferencia de hora- el chico se quedó dormido en la cama del hotel, y yo también sin querer. Antes de poder despertar y pasarlo a la cuna, el niño se cayó de la cama. Era la primera vez que se caía de la cama, ya que nunca ha sido un bebé que duerme con sus padres. El viaje fue corto. Básicamente usamos un día para ir,otro para regresar, y estuvimos dos días en San Diego. El día que nos tocaba regresar, quería llorar nada más de pensar en el desastre y el llantén en el avión. Pero como los ángeles nunca me abandonan, ocurrió el milagro de la navidad, y el nene se portó muy bien de regreso. No lloré, y tampoco tuve que darle paletas para no escucharlo.

Quinto viaje (mayo 2011) – ¿Destino? Cerquita, Miami. Se portó bien. Estaba madurando. Ya tenía un año y nueve meses. Parecía gustarle la vida de aviones y hoteles. Pidió fresas en la piscina del hotel. No fue majadería suya. Se las comió todas. Los vuelos fueron placenteros y volamos sin problemas.

Sexto viaje (mayo 2012) – Cambiamos de continente. Fuimos a Alemania y España.

Más detalles en el próximo post. Créanme que con el niño hecho todo un loro “potty trained” de dos años y nueve meses, tengo una que otra anécdota divertida sobre este viaje.

Hasta pronto.

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  1. Carajo! Yo dando scroll down para ver qué aventura había compartido tu chico con el bebé más bello del mundo (sorry, así de humilde soy)! Cará! pero está bien, espero al otro post! Me reí con eso del vaije al mismísimo infierno!

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  2. Por si aca…. también me afecté con la caída… ahí sí que yo me hubiera afectado. Gracias a Dios que no pasó a mayores.

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    • Pues nosotros ni tan afectados. Se cayó, lo recogí,nos asustamos-no lo niego-, y se durmió. No por la caída sino porque era de madrugada y estaba cansado.Se levantó de lo más bien y hasta el sol de hoy no parece haber tenido daño cerebral.
      😉

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  3. Te puedo entender yo he viajado varias veces a PR y la mayoria sola y se que cuando estan entre un año a dos puede ser fuerte, es dificil controlarlos y saber lo que sienten pero ya cuando empiezan a crecer es cada vez mejor. Me encanta leer tus anecdotas y muchas de ellas es como leer lo que yo he sentido en algunos momentos. Priscilla.

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    • Gracias Priscilla. Sí, luego de los dos años la cosa mejora drásticamente, gracias a Dios!! Cierto, sé que todas estas cosas le han pasado a muchas otras madres. Eso es lo bueno, que no es que uno es loco ni anormal, sino que sencillamente estas cosas pasan. Saludos.

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  4. Minimo este niño va a ser piloto de aviación!!!! Ve preparando el College Fund!!! Ja!!!Ja!!!

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  5. Caramba!ese niño ha viajado más que yo. 🙂
    Cuenta, Cuenta que me encanta escuchar tus anécdotas! Que pasó en Alemania y en España?

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    • Es afortunado y no lo sabe, pero me encargaré de dejarle saber y recordárselo toda su vida. Jum, recuerda que la musa creativa no está todo el tiempo activada, pero sobre todo, tengo dos full time; uno por el que me pagan con dinero, y otro un poco más fuerte…ya tú sabes! 😉

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  6. Y luego falta la parte 3… el viaje a la India!!!

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  7. Que valientes son en viajar con un chico tan pequeño. Yo no me hubiera atrevido principalmente porque viajar en avión no es una de mis actividades preferidas. Leyendo tus anécdotas recordé cuando viajamos con mi hijo menor por primera vez. Tenía como dos años y se portó tan mal!!! Todo el camino de ida y vuelta me la pasé con la mano puesta en su cinturón porque lo que quería era estar suelto por todo el avión y a mi me daba estrés.

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    • Saludos.
      Mucha gente me lo ha dicho, que no se atreven a hacer lo que hicimos.
      Con este cuento le he traído recuerdos de viajes a muchas personas.
      Me alegra saber que todas hemos pasado por esto de alguna u otra forma.
      Al menos me da algo de paz interior…ja,ja!

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