Un payaso con buen corazón

© Brendaliz Figueroa Guzmán

Con tan solo tres años, mi hijo me ha demostrado que tiene un gran corazón. Lo he visto sufrir y compadecerse de los indigentes y de los perros sin hogar.

Un día le preguntó a mi esposo porqué había una persona vendiendo algo en la calle y nosotros le decíamos “no” con la cabeza. Le explicamos que no estaban vendiendo nada, sino que estaban pidiendo dinero, y que no le dábamos porque son muchos en la calle y no podemos darle a todos. Entonces preguntó por qué esa persona pedía, si no tenía familia ni casa. Le explicamos que posiblemente tenía,pero que muchas de estas personas estaban enfermas y por eso no se les hacía posible regresar a sus hogares. También le dijimos que algunos de ellos no tienen familia, o si la tienen, no saben dónde está.

Estas explicaciones fueron lo suficientemente desgarradoras como para que se angustiara y se le aguaran los ojos.

No queríamos ser crueles, sino hablarle con la verdad.

Luego de eso decidió preocuparse por los perros realengos. Me preguntó por qué los perros estaban en la calle. Le dije que no tenían dueños. Me dijo: “oh, sí, mira mamá, ese señor que va por allá es el dueño de esos perros, yo lo veo”. La realidad es que el hombre que él veía nada tenía que ver con los perros”. Le contesté: “no creo”. Me dijo: “yo sí”. Al ver otro perro más adelante volvió con lo mismo. Le dije que ese perro que veía no tenía casa y por eso estaba en la calle. Me contestó: “pero si yo vi una casita de perro en Walgreens, ¿por qué sus papas no le compran una?”

El sábado pasado estábamos en la playa, y sin querer, le dio con una piedra a otro niño. Inmediatamente me puse como una histérica y fui a regañarlo (sin haber escuchado su explicación y sin haber presenciado bien el suceso), y el muchachito lloraba más que el golpeado. Decía “fue un accidente”. Aunque de primera intención no quiso pedir perdón, al poco rato lo hizo, cuando dejamos de obligarlo a decirlo. Luego los dos niños compartieron sus “snacks” como si nada hubiese pasado.

Hace dos meses fuimos a visitar a una amiga que acababa de dar a luz. Para mi sorpresa, mi hijo estaba encantado con el recién nacido, al punto de que no quería que yo soltara al bebé, me pedía que lo tomara en mis brazos todo el tiempo y que le cantara. Él le sobaba la cabecita y lo arropaba.

Ayer llegamos del supermercado, y abrió unas galletas para ofrecerle a los vecinos que estaban en la calle. Me he sorprendido al ver que abre las puertas de los establecimientos  y espera que la gente pase.

No tengo la menor duda de que estos gestos son aprendidos, ya que tanto su papá como yo le hemos enseñado a ser compasivo, amable y a compartir, y lo hemos involucrado en actividades de benefiencia. Espero que podamos seguir con esta labor de tanta responsabilidad (ser padres), ya que si hay algo que deseo en la vida es darle al mundo un buen ser humano.

La característica que más resalta de mi hijo es su payasería, pero tengo que reconocer que debajo de su careta de payaso se esconde un niño con un gran corazón. Me alegro tanto por eso.  Hablando a calzón quita’o, como decimos, se me infla el pecho, y punto.

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25 de marzo de 2013

Join the conversation! 2 Comments

  1. Ese es Joshi, un chiquillo de gran ♥…. happy tears!!!

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