© 2020 Brendaliz Figueroa Guzmán

El domingo, mientras mi hijo terminaba de bañarse, le fui explicando lo del toque de queda que entraba en vigor ese día, que permaneceríamos en casa, usando responsablemente nuestros recursos y abastos, en lo que todos intentamos evitar el contagio del coronavirus.

Luego de un silencio breve, comenzaron las preguntas: “Mami, si hay que estar en las casas y nadie puede salir, ¿qué pasa con los viejitos que están solos, qué pasa con los que no pueden salir a hacer compra, qué pasa con las personas que viven en la calle, que no tienen a dónde ir?

Dejarme sin palabras no es cosa fácil. Mi silencio fue mucho más largo que el suyo.

“Habla, mujer, habla”, me repetía en silencio. Inhalé, exhale y le dije: “Somos realmente privilegiados  de poder pasar el aislamiento en familia, con salud, en un lugar seguro, con alimentos y todo lo necesario. Eso siempre hay que agradecerlo. Por los menos afortunados, además de orar, podemos siempre hacer algo, aunque sea pequeño. Por eso es que siempre debemos ayudar como podamos a quien lo necesita. No vamos a cambiar el mundo ayudando a una sola persona o familia pero si otras personas también ponen su granito de arena, poco a poco se va haciendo la diferencia”.

No supe qué más decir, pero no hizo falta. Ayer una persona me comentó que iba de camino a casa de una señora que vive sola y que no tenía nada en su cocina. No conozco a la señora, no hice preguntas. Saqué algunos alimentos no perecederos y se los entregué a quien me comentó del caso.  Fue la mejor manera de dar el ejemplo a mi hijo de lo que hablamos el domingo.

Siempre me ha enternecido su grado de empatía. Me entristece que cargue con esas preocupaciones, pero me alegra que tenga un buen corazón. Siento que es un buen jovencito.

Empatía, gente, empatía, lo que tanta falta nos hace, no tan solo en momentos de coronavirus, ¡sino SIEMPRE!

Sí, no estamos trabajando y nos “volvemos locos” con los hijos en casa, pero muchos de nosotros tenemos o tendremos trabajo, techo, comida y familia…Tenemos mucho más que otras tantas personas.

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