©2020 Brendaliz Figueroa Guzmán

Hace unas cuantas décadas, mi mamá decidió guardar algunas de las piezas de ropa sumamente especiales, para cuando sus hijos tuviéramos hijos. Recuerdo haber abierto esa caja varias veces en mi vida, todas en distintas etapas, y repasar  su contentido. Pensaba que mami estaba bien loca, y que cuando tuviera hijos, no les pondría esa ropa.

Estamos hablando de piezas finas y buenas, que ella decidió conservar como valiosas y de colección.

A algunas personas les duele desprenderse de las cosas materiales. Y sí, mami es malísima desprendiéndose de todo. Pero hay algo que, por encima de todo, supongo que a ella le hacía encoger el corazón y le provocaba demasiada nostalgia: la ropita de las “ocasiones especiales”.

Bueno, pues loca o no, se le dio; y no una vez, sino dos. En el 2009, mi hijo salió del hospital con la ropa que usó mi hermano para salir del hospital, por allá por los 70’s. En el 2014, mi hija salió del hospital con la ropa que usé yo para la misma ocasión en el año que no les diré.

Por supuesto, las dos veces ella estaba más emocionada que yo, y la entiendo. Solo la hazaña de guardarla, conservarla y llevarla en perfectas condiciones con el paso de los años, de mudanza en mudanza, manteniendo sobre todo su ilusión intacta, es realmente admirable.

Me imagino que al ver a sus nietos usando la ropa de sus hijos, revivió la “esencia de bebé” … porque ese olor jamás se olvida.

Recordar es vivir…y a veces ¡revivir!

A mami le agradezco no haberme sacado vestida de color rosa. No digo más. El que sabe, sabe…