1ro de febrero de 2010

Al cabo de dos días en sala de parto, decidí que necesitaba epidural, porque ya no podía más. Cuando por fin llegué a 6cm (que según yo, tardé una eternidad), pedí la epidural.

Le dije a mi esposo: “No mires la aguja, no pongas cara, no digas nada”.

Llega el anestesiólogo, colombiano él, muy alegre y amable. Abriendo el frasquito de la anestesia, se corta. Y no se cortó un poquito, no, no, fue tremendo tajo el que se dio. Se puso bien nervioso, y la enfermera le puso varias curitas. Yo que le había dicho: “Mire, no me diga nada, olvídese, píncheme ya”, empecé a mirar para atrás para asegurarme de que no me tocara con su sangre.

Bueno, el hombre empieza a explicarme lo que está haciendo, lo que hará, etc. Me dice: “Ok, no te muevas”. Le digo: “Espere, tengo una contracción”. Tan pronto pasó la contracción, metió la aguja. Yo sentí que aquello fue un chiste.

Mi semblante cambió en dos minutos. De repente estaba bastante tranquila y cómoda. A los pocos minutos el dolor del diablo regresó. Empecé a pedir que llamaran al colombiano porque aquello no podía ser posible. “Esto costó demasiado dinero como para que el efecto se haya ido ya”, decía yo. Como era primeriza, no me hacían caso. A la hora, luego de haber insistido tanto, trajeron al anestesiólogo.

“¿Qué hubo, pues?”, preguntó. Le explico que me duele demasiado.

A: “No puede ser. Te puse bastante”.

B: “Puede ser sí. Lo estoy sintiendo”.

A: “Quizás te puse eso mal. Verifico”.

B: “Por favor”. (Y mi esposo transformándose)

A: “Mira, sí, está todo mal. Es que me puse muy nervioso con la cortadura. Te lo tengo que poner todo de nuevo. Discúlpame”.

B: “Bueno, usted ponga todo lo que tenga que poner, pero no me lo puede cobrar dos veces”.

El anestesiólogo se moría de la risa.

Me dijo: “Salgo a las 12 de la medianoche. Recuerda que me tienen que llamar tan pronto des a luz para quitarte todo antes de que yo me vaya”.

Ja,ja. Eran como las 6:00pm. Para “desquitarme” (sí, claro, sobre todo), vine a parir a las 8:11am del próximo día. Pues el anestesiólogo se dedicó a darme la vuelta toda la noche, para ver si ya podía irse. En una de las que estoy con el dolor en su “peak”, en todo su apogeo, entra el hombre, queriendo ser “nice”, ¿verdad?, y pregunta: “¿Es tu primer bebé?”. ¿Mi respuesta entre dolor y pujos?: “Y el último”.

La sala de parto entera se reía. La única seria era yo.

A fin de cuentas la epidural me ayudó a pasar par de horas “cool”, pero siempre sentí dolor, y cuando parí-aproximadamente 13 horas más tarde-, ya no tenía nada de epidural en el cuerpo.

No sabemos si el colombiano nos cogio cariño o lástima. Quizás fue que se sintió mal por el error humano, (o que estaba loco por irse), pero nos visitó en la sala de parto tres segundos después de haber pujado a Joshua. Ese mismo día por la tarde nos visitó en la habitación. Fue a saludarnos, excusarse, conocer mejor al bebé y decirme que fui una gran titana.

Lo perdoné…ja,ja.

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  1. Simply great. No tan sólo aprenderemos de esto, también nos reímos como todos en sala. Keep it up! BTW: Menos mal que lo perdonaste.

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