Uno de tantos mordiscos

© Brendaliz Figueroa, febrero 2010

Mi hijo de 5 meses de edad ya tiene dos dientes. Al muy salvaje le encantan los juegos bruscos y todo lo que sea alborotoso. Cada vez que me mete un mordisco, primero grito, luego lo saco, lo regaño y me pongo muy seria. Parece que el movimiento exagerado que provoca el susto y el dolor que me da, a él le encanta, porque se ríe como si le hicieran cosquillas. Lo regaño de nuevo, y más risa le da.

Esta mañana me mordió más fuerte que nunca, y vi a mi hijo volar bajito. Sí, lo tiré. Literalmente lo vi volar al otro lado de la cama. (Suerte que estaba en la cama, si no, se me rompe el muchachito). Fue horrible. Se me salieron las lágrimas, y pensé: “así mismo se me muere el muchacho, restrallado contra una pared”, y cuando lo miro, él estaba en la cama muerto, pero de la risa.

Títere.

18 de febrero de 2010

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  1. Ay Brenda, me haces reir tanto! Eso pasa y seran muchas las lagrimas que derrames. Aveces hacemos cosas y luego nos sentimos tan culpables. Por eso hay que tener calma y respirar fuerte cuando estamos en situaciones como esa. Lo que pasa es que en lo que lo pansamos ya hemos metido las patas, como decimos por ahi.

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